Sugerencias para vivir estas fechas cuando se ha perdido a un ser querido
Cuando llegan estos días, las personas en duelo nos llenamos de inquietud, sobre todo si es el primer año o son duelos recientes, ya que no sabemos qué haremos ni cómo nos encontraremos para afrontar estas fechas que tienen más exigencia familiar y social.
Este texto reflexiona sobre la Navidad y cómo podemos vivirla cuando estamos en duelo; empieza hablando de la pérdida y de qué es el duelo, ya que, como en todo proceso vital, en el duelo conocer lo que nos sucede y comprendernos es muy importante; después, hay sugerencias sencillas recomendadas por los especialistas en duelo que pueden ayudarnos en estos días; y para acabar, una mirada hacia adentro…
El duelo
Perder a un ser querido es una de las experiencias más dolorosas y complejas que vive el ser humano y su respuesta natural es el duelo; un duelo que en cada persona se expresa de forma diferente, variando la intensidad, duración y características del mismo. Influirán en este tiempo de duelo el vínculo que teníamos con esa persona, lo que representaba en nuestra vida y otros factores como son: las circunstancias de la muerte (muerte repentina, fallecimiento tras una larga enfermedad, etc.); los aspectos personales internos de cada doliente y de su historia vital (lo que hemos vivido, otras perdidas, heridas del pasado, et.); el apoyo que recibimos de nuestro entorno (familiar y social) y si hay otras crisis o problemas que están sucediendo a la vez; todo esto influye en el camino del duelo y en la integración de esa pérdida en nuestra vida.
Hablamos de integración porque esta pérdida es algo profundo en nuestra vida, toca la estructura de nuestro ser y no tiene una resolución externa clara, es más bien como un “agujero negro” inicial donde puedes perderte y que poco a poco se desvela lleno de otros universos, como en el espacio real, y se va integrando en nuestro interior pleno, misterioso, con dolor y amor, cambiándonos de muchas maneras. Es una integración que inevitablemente nos transforma.
Se puede decir que las pérdidas son “impulsores” nos obligan a plantearnos cosas que antes no nos planteábamos, a hacernos preguntas que antes no nos hacíamos… pasamos una “noche oscura del alma”.
Así pues, esta vivencia tan personal (Influida por los factores anteriormente citados), sin embargo, encierra una experiencia universal: el cambio. La muerte de quién es importante en nuestra vida puede traer multitud de cambios:
- Cambios internos: en nuestro carácter; en nuestra identidad; en nuestra forma de sentir y de pensar; en las creencias arraigadas; en los valores; en la forma de mirar la vida y la muerte, etc.
- Cambios externos: en las costumbres cotidianas; en los roles que desempeñamos; en nuestro círculo de relaciones, u otros cambios, como pueden ser de casa, trabajo, incluso de ciudad…
Estos cambios nos convierten muchas veces en extrañ@s para nosotr@s mism@s y para las personas que nos rodean, todo ello genera desconcierto, inseguridad y estrés que se añade al dolor de la ausencia de la persona querida.
Es importante saber que el proceso de duelo no es una línea recta de abajo arriba, sino más bien una montaña rusa llena de altibajos, que con el tiempo va suavizándose… ¿cuánto tiempo?, no hay una medida, en cada persona es diferente, pero hemos de saber que el duelo es un proceso lento, es “artesanía del alma” y en una sociedad de ritmo rápido, en la que parece que no hay mucho tiempo para nada, esto se hace difícil. También, nos ayuda comprender que este camino se realiza de una forma dual, es decir, con una orientación a la pérdida y una orientación a la vida, que se van alternando. Para poder integrar la pérdida hemos de oscilar entre esas dos orientaciones; es como “cruzar la acera de un lado a otro” y para ello necesitamos un espacio, una relación segura, sea de familiares, amigos o profesionales. La mayoría de las personas tenemos recursos suficientes para vivir nuestros duelos, somos capaces de sobrellevar la pérdida, aunque nos parezca imposible al principio… pero no solas.
Los altibajos antes mencionados suceden durante todo el proceso de duelo, aunque se van espaciando los bajones, pero es cierto que las fechas especiales tienen un gran peso en nuestro ánimo aún cuando queramos ignorarlas. Hay fechas personales que suceden solo en nuestro calendario íntimo de vida (las fechas del encuentro, pequeños momentos, viajes, etc.), otras fechas que pertenecen a un calendario compartido con nuestr@s allegad@s, familiares y amig@s (cumpleaños, bodas, bautizos, aniversarios del fallecimiento, acontecimientos familiares) y por fin, están las fechas que representan celebraciones compartidas de mayor o menor alcance (Fallas, Todos los Santos, la llegada del verano y las vacaciones, etc) y de todas ellas la más especia es La Navidad.
La Navidad
Tradicionalmente la Navidad ha representado en nuestra cultura un tiempo de reencuentro con familiares y amistades que quizás hace tiempo no vemos y, a la vez, unos días de especial simbología y calado espiritual (trascendiendo el marco de lo religioso).
Todos los años, antes de estas fechas, aparece un bombardeo mediático continuado que nos empuja a sonreír, a festejar, a comprar, a reunirnos, etc.… que a los dolientes nos daña y nos lleva a pensar en quiénes ya no estarán, en cómo fueron las últimas Navidades que estuvieron, en lo que se hizo, no se hizo, y en lo que nos hubiera gustado hacer si lo hubiéramos sabido… en fin, otro bombardeo, esta vez interno y psicológico que abre un abanico emocional que a menudo nos puede agobiar.
Es natural que las personas en duelo nos sintamos doblemente abatidas en estos días: por un lado, falta alguien muy importante en nuestras vidas y por otro, lo más lejos que podemos y deseamos es mostrarnos contentas. En medio de todo esto, nos puede surgir la pregunta: “¿Cómo vivir (sobrevivir a) estos días?”.
Si es la primera Navidad que pasamos sin nuestro ser querido o nuestro duelo es muy reciente, podemos sentirnos incapaces de celebrarla o de reunirnos con la familia más cercana. Es fácil que se vean aumentados los sentimientos de angustia y deseos de aislarse. Quizás aparezca el deseo de suprimir la Navidad, de pasarla durmiendo, escondida, anestesiado o de cualquier forma que no avive el dolor.
Esto no es una recaída, ni un retroceso, es natural que nos suceda… los días previos suelen ser los peores, vemos como el mundo y la vida sigue mientras nuestra vida está dolorosamente paralizada y esto, nos hace sentir solos, irritadas, o simplemente con el ánimo por los suelos, algo no racional, orgánico.
Y aunque ya no sea la primera Navidad, es frecuente que surjan más recuerdos dolorosos, que se reaviven pérdidas del pasado en estos días y que nuestro aliento parezca ir hacia atrás. Todo ello es natural: nuestros momentos de angustia, añoranza, tristeza, miedo… y no saber muy bien qué hacer ni cómo hacerlo.
De la misma manera que no hay dos duelos o dos familias iguales, no hay una forma única de vivir la Navidad. Ni para todas las personas ni familias la Navidad significa lo mismo.
Después de una pérdida, hay familias y grupos de amig@s que pueden elegir hacer lo de siempre, como si nada hubiera pasado, en un intento de ser fuertes y con la convicción de que no hablar de ello es mejor; lo cierto es que así se esconde el dolor y se genera un sufrimiento añadido que no beneficia a nadie y nos condena a fingir ante algunos de los seres más importantes de nuestra vida (familia y amistades).
Otras personas deciden, en un intento de suprimir la Navidad, que lo mejor para evitar la avalancha emocional en estos días es hacer algo completamente diferente a lo que hacían antes, ir a otro lugar, alejarse de la celebración tradicional, o simplemente, quedarse en casa y hacer como si fuera cualquier otro día… dar una tregua a tanto dolor; si esta es nuestra elección hemos de compartir con las personas más cercanas por qué hemos decidido hacerlo y preguntarles y escuchar su punto de vista.
Y, por último, podemos construir una Navidad diferente, más acorde a nuestro momento vital. Para ello, hay una serie de sugerencias basadas principalmente en el texto “Es Navidad y en casa hay una silla vacía” de Alba Payàs Puigarnau, que nos lo puede facilitar:
- Planifica con antelación. Hacer esta planificación te dará más sensación de control y podrás ahorrarte la angustia de decidir sobre la marcha lo que te puede ayudar en un momento difícil o de desbordamiento.
- Si es posible, haz una pequeña reunión familiar antes de que lleguen las fechas. Habla con tu familia de forma abierta sobre estas fiestas. Es importante la participación y respeto de todos los miembros.
- Haz que los demás se sientan cómodos contigo hablando explícitamente de lo que ha sucedido. Si no mencionas el nombre de tu ser querido, ni su ausencia, los otros pueden asumir que no deseas que se hable de ello y esto levantará un muro de silencio entre vosotros. Es importante hacer este reconocimiento desde el corazón, aunque duela y te emociones.
- Repasa, junto a los tuyos, los rituales y costumbres de vuestra familia. Es importante que cada cual exprese su sentir respecto a las costumbres familiares. Algunas personas desearán no hacer nada mientras que otras, como l@s niñ@s o l@s adolescentes, posiblemente expresen su necesidad de celebrar a pesar de lo sucedido. Después se puede acordar entre tod@s lo que se va a hacer.
- Respecto a l@s niñ@s, es muy importante tenerlos en cuenta e incorporarlos en los rituales de recuerdo; recordemos que en las situaciones de crisis l@s niñ@s se fijan en la manera de hacer de los adultos. Algunas sugerencias que pueden ayudar con l@s más pequeñ@s:
- Pregúntales si desean cambiar alguna costumbre e implícales en el cambio, como por ejemplo modificar la decoración de la mesa, adornar la casa de forma distinta, distribuir los sitios en las comidas de otro modo etc…
- Hazlos partícipes de los rituales de recuerdo, los niñ@s tienen una gran creatividad (dibujos, poemas, plastilina, etc.)
- Cuida tu actitud en relación a las fiestas, pues es el espejo en el que se miran. No conviene tener actitudes extremas ante ell@s, tanto de alegría forzada como de absoluta pena.
- Expresa con honestidad tus sentimientos, pero también con cuidado, evitando en lo posible situaciones o expresiones que, aunque humanas, puedan asustarles. Poner palabras a tus sentimientos y permitir que la emoción brote de forma serena proporciona en l@s niñ@s sensación de seguridad.
- Busca una manera simbólica de recordar a la persona fallecida a lo largo de las fiestas. Crea una manera, un espacio o un tiempo específico para rememorar. Un simple momento para parar, recordar cuanto nos gustaría que nuestra persona querida estuviera con nosotros y honrar su vida.
- Prepárate para lo que pueda suceder en las interacciones sociales. En este tipo de contactos, sea en persona, por teléfono o internet, puedes escuchar algún comentario o ver algo que te duela y sientas congoja y/o ganas de marcharte, de cortar esa comunicación.
- Puedes tener momentos en los que te acechen recuerdos insospechados. Es natural y es una muestra del amor que sientes y de lo que echas de menos a esa persona. Lo mejor que puedes hacer en esos momentos es parar y acoger lo que te sucede.
- Acércate a los que quieres y te quieren y anímate a pedirles lo que necesitas. Este cariño será importante en estos días y el pedir lo que necesitamos facilita que nos acompañen de la mejor manera posible, sea en persona o sea en la distancia… la cercanía nos sana, ante el frío de la distancia, busquemos el calor del corazón que nos une.
TÓMATE UN RESPIRO: llora cuando lo necesites; para un momento, toma conciencia de tu cuerpo y respira (¨coge aire por la nariz y exhala por la boca despacio), después realiza suaves movimientos de cuello. Prepárate una infusión. Permítete cinco minutos al sol. Da un pequeño paseo si es posible en contacto con la naturaleza. Date una ducha de agua caliente si hay agitación o más bien fresquita si el ánimo está muy bajo. Mira a tu alrededor y reconoce lo que todavía tienes… y si es posible: agradécelo.
Recogiendo las claves para estos días: Mantener con nuestros familiares y amistades una comunicación abierta desde el respeto y la escucha sincera; pedir ayuda y aceptar la ayuda que nos ofrezcan; permitirnos sentir las emociones, acogerlas y compartirlas (con quién sea posible hacerlo) y hacer presentes a nuestros seres queridos de la manera que sintamos (fotos, velas, dibujos, poemas, rincón para recordar, su plato preferido…).
Estas fechas requieren por parte de tod@s comprensión.
Todas estas sugerencias, compartidas por l@s especialistas en duelo, son importantes y nos pueden ayudar a vivir estas difíciles fechas. Tú serás siempre quién decida qué es lo mejor para ti.
Una mirada hacia adentro
Junto con todo lo dicho anteriormente, igual de importante es ahondar en el sentido auténtico de la Navidad y lo que nos toca a cada persona. Aunque no profesemos religión alguna, podemos reflexionar sobre el simbolismo profundo de la Navidad que no es otro que la luz y el amor. Esto es lo que significa ese “nacimiento”, poner luz, ver mejor, más allá, en nuestra vida y nuestro corazón, incluso en un momento tan sombrío como es el duelo… y ¿cómo hacerlo?… recordando lo que de verdad somos, lo que nos une a cada ser querido que ha partido antes, lo que permanece de ellos en nosotr@s, lo vivido; sabiendo lo que muere y lo que no muere… y desde este saber, dejar que estén presentes en nuestro interior.
El ser humano tiene un sentido de trascendencia natural que se acentúa ante la muerte, intuye que hay algo sustancial que también es él, además de lo físico, emocional e intelectual, es la dimensión transpersonal que algunas personas llaman Consciencia, Alma, Ser, Energía, Dios, o simplemente, Amor. No importa el nombre que pongamos a esta esencia, lo que importa es no olvidarlo cuando ha fallecido quien amamos.
Además de las sugerencias prácticas citadas anteriormente, nuestra propuesta en estos días es que seamos conscientes y acojamos lo que nos sucede por dentro: sensaciones, sentimientos, pensamientos y también, lo que sucede afuera y en las relaciones con los demás; que vivamos cada momento lo que estamos sintiendo sin pelearnos con ello, permitiéndonos momentos de soledad y otros de compañía, respetándonos y respetando a los que nos rodean en la forma de manifestar su duelo (o su ausencia de duelo); normalizando los buenos momentos que puedan darse. Respirando.
Hay un camino entre los que ya partieron y nosotr@s: el amor. Y precisamente en estos días, las puertas quedan abiertas y debajo de todo el alboroto de unas fechas despojadas de sentido, está el silencio y la quietud de lo verdaderamente importante y ahí, seguimos junt@s.
Con sencillez, con momentos en la naturaleza, comunicándonos con las personas que nos importan y siendo amables y pacientes con nosotr@s mism@s es la mejor forma en la que podremos atravesar este tiempo.
“Porque te amo, dejo que en mis ramas desnudas
broten nuevas hojas que hablan de ti”
Lourdes Molinos Ibáñez
Terapeuta Especialista en Duelo
Asociación Valenciana de Apoyo en el Duelo Caminar